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JUAN CARLOS AGUDELO, EL ROSTRO DEL TEATRO FÍSICO EN COLOMBIA.

septiembre 12, 2020

Poetas del silencio que usan la corporalidad para narrar historias, una búsqueda de un lenguaje universal que conecte a los espectadores y la energía escénica para interpretar papeles que hablen con el alma, no con las palabras. Eso es el teatro físico, un arte que tiene en Juan Carlos Agudelo un digno representante.

Inició su formación en 1979 con el taller teatral El Globo. Egresado del Instituto Popular de Cultura de Cali y licenciado en Arte Dramático de la Universidad del Valle, en 1989 armó sus maletas y decidió viajar a Francia para estudiar en la Escuela Internacional de Mimodrama de París Marcel Marceau, donde, tras graduarse, formó parte de esta compañía entre 1992 y 2002. Posteriormente adelantó sus estudios de Maestría en Artes del Espectáculo en la Universidad de París VIII.

“Creemos en el teatro físico como una herramienta de formación para el actor. Eso soy yo, un director que trabaja en términos visuales, oníricos y poéticos, que trata de utilizar el silencio y darle una potencia teatral distinta, no tan descriptiva como tenemos de repente en la memoria de la pantomima. Como pedía Marceau, se trata de hacer del teatro silente un lenguaje que toque al público”, expresa Agudelo.

Juan ha dedicado su vida a las artes escénicas, siguiendo el legado de grandes figuras como Jean-Gaspard-Baptiste, padre del mimo clásico, y Étienne Decroux, exponente del mimo contemporáneo. Sin embargo, el mayor referente en su carrera es su maestro Marcel Marceau, con quien compartió cerca de una década en la que no solo estudió a su lado, sino que recorrió el mundo como un integrante más de la compañía de este artista francés.

“El espectador es como un piano, espera a que lo toquemos y solo luego resuena”, afirmaba Decroux, y justamente, fue ese sentir el que incentivó a Juan a preparar a los actores en una formación más integral, que incluyera una gramática corporal orientada a la construcción del teatro físico como base formativa.

De esa motivación surgió La casa del silencio, un laboratorio de investigación, creación y formación en torno al teatro físico, que fundó en 1997 cuando volvió a Colombia. Desde entonces, se ha convertido en uno de los semilleros formativos más importantes del país, ofreciendo una amplia oferta cultural entre la que se encuentran los montajes teatrales: La Kermesse, Kokoro, Entre mortales, La celebración, Woyzeck, Un lamento en el silencio, entre otros.

La historia detrás de Manú o la ilusión del tiempo:

¿Qué ocurre cuando un soldado es demasiado sensible para ir a la guerra? Manú, es un militar gastado por años de batallas, que por fin sale de un conflicto en el que jamás debió haber participado. Caídas, ascensos, recuerdos, aprendizajes y entrenamientos componen su relato. Sin embargo, solo lo mueve un deseo: regresar a casa y encontrar a Magnolia, su amada.

Manú divaga entre las difusas fronteras de la realidad y la imaginación, mostrando una mirada onírica de la guerra en la que se muestra el pensamiento de un hombre atrapado por la soledad. Una contradicción constante entre el conflicto bélico y el amor, en la que el deseo por volver a ver a un ser querido es más fuerte que cualquier obstáculo.

Esta obra dirigida y protagonizada por Juan Carlos Agudelo, es un montaje de alta calidad que combina el teatro físico y gestual con la tecnología video mapping, consiguiendo que el espectador se sumerja en una experiencia inmersiva, en la que los  objetos inanimados cobran vida gracias al uso de herramientas de manipulación artística tras escena.

Sin embargo, más allá de la sinopsis, lo que pocos saben es que el origen de esta obra se encuentra cruzando el Atlántico, a más de 7500 kilómetros de distancia en un pequeño rincón de Europa: “El nombre viene de Manuelle, un hombre de 50 años con alma de niño que conocí en Portugal. Él fue la fuente de inspiración para ese soldado poeta; aquel que no quiso ir a la guerra pero que igual la enfrenta”, cuenta Juan.

Desde entonces, Manú se ha presentado en distintos escenarios, tanto nacionales como internacionales. De ese recorrido, Agudelo recuerda una función a la que asistió una colombiana que estaba casada con un estadounidense que combatió en Afganistán.

“Yo veo Manú y tengo el eco de mi esposo en medio de una soledad terrible. La obra me llegó y me tocó por eso, por ver esa fragilidad y de imaginarlo solo en medio de la nada”, comentaba la pareja del soldado.

Esta reacción se debe, según el director de la obra, porque al representar la guerra “Manú es un intento de hablar poéticamente de algo que nos toca y nos duele a todos los colombianos. Algo que puede ser tratado desde el teatro y el arte, pues ambas permiten hablar de temas tan dolorosos sin que se nos parta el alma, pero sin que perdamos la memoria”

Para conocer más sobre Juan Carlos Agudelo y su laboratorio La casa del silencio, puede ingresar a la página web https://casadelsilencioysuteatrofisico.blogspot.com/

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