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DESDE QUE ME PUSE EL ACORDEÓN EN EL PECHO, NO LO SOLTÉ MÁS”: ALFONSO MONSALVO, REY VALLENATO 2019

agosto 22, 2020

Una parranda vallenata cambió la vida de un joven prospecto de abogado en 2008. Mientras estudiaba derecho en la Universidad del Rosario en Bogotá, Alfonso Poncho Mosalvo Baute recibió la invitación de un vecino valduparense para que lo acompañara a tocar en una fiesta.  Desde ese momento, decidió seguir su sueño de ganarse la vida a través de la música.

Las sentencias y los libros jurídicos fueron reemplazados por las melodías del acordeón, un instrumento que llegó a su vida para quedarse. Ese mismo año grabó su primer disco al lado de su fórmula de entonces, Emiliano Daza, y en 2014 participó en el disco de Orlando Acosta, ex vocalista del Binomio de Oro.

“Nunca me vi profesionalmente tocando el acordeón, pero cuando empecé en las parrandas me di cuenta que era lo que quería hacer el resto de mi vida. Además, lo que más me influyó fue ver desde pequeño a los grandes juglares”, cuenta Monsalvo.

Poncho creció en medio de una familia ligada a la esencia vallenata, viendo cómo su padre organizaba fiestas con grandes juglares como Abel Antonio Villa, y bajo la influencia de su tía, Cecilia La Polla Monsalvo, una gestora cultural que fue cofundadora del Festival de la Leyenda Vallenata.

Se considera de la escuela tradicional del vallenato. “Además de mis familiares, mi referente más grande es el maestro Luis Enrique Martínez, pienso que es el papá del vallenato que se hace actualmente en los festivales. También admiro y sigo a Emiliano Zuleta, Colacho Mendoza y Alvarito López”, asegura.

El Teatro Colón dialogó con Alfonso Monsalvo, quien recordó sus inicios en la música y contó cómo fue su camino para consagrarse como Rey Vallenato en Valledupar, la corona más deseada por cualquier acordeonero del país.

¿Cómo fueron sus inicios en la música?

En 2008 hice mi primer álbum. Luego Orlando Acosta, ex vocalista del Binomio de Oro, me llamó para grabar con él en 2014. Sin embargo, realmente todo empezó hace doce años cuando estaba estudiando derecho en el Rosario.

Mi hobby era el acordeón porque desde niño comencé a tocarlo, pero nunca estuve en una escuela, lo estudié por mi cuenta. Un día un compañero, que casualmente cantaba, me llevó como acordeonero a una parranda a la que lo habían invitado. Desde ese momento me di cuenta que quería vivir de la música.

Cuando grabé mi primer álbum, me trasladaba todos los jueves a Valledupar y regresaba los martes a la capital, por lo que faltaba mucho a clases. Obviamente cuando se acabó el semestre se vieron los resultados en la universidad, ahí me tocó parar y tomar una decisión. Al final ya no me matriculé en la Facultad de Derecho, sino en la Facultad de Música de la Universidad del Bosque.

 

¿En qué momento se dio cuenta que su instrumento era el acordeón?

Soy de Valledupar y mi familia está ligada a la cultura vallenata desde hace muchos años. Cuando era niño pude presenciar en mi casa parrandas donde participaban grandes juglares de la música como el maestro Abel Antonio Villa, quien era compadre de mi papá.

Siempre me llamó la atención la música. Empecé con clases de piano y guitarra, pero un poco más grande, cuando tuve conciencia de lo que era música vallenata, fue inevitable no enamorarme. En mi casa siempre quería coger un acordeón, pero recuerdo que en esa época no estaba bien visto que un niño tocara ese instrumento porque los dueños pensaban que uno se los iba a dañar.

Gracias a Dios mi papá vio que tenía aptitud para la música. Cuando le dije que me interesaba tocar el acordeón, me regaló uno junto con su compadre Abel. Fue un amor instantáneo. Desde que me puse el acordeón en el pecho no lo solté más.

 

¿Cómo es crecer en medio de parrandas vallenatas y grandes juglares?

Cuando era niño no alcanzaba a dimensionar la importancia y lo mágico que es este mundo, especialmente porque las familias de acá en la Costa les gusta atender con vallenato a sus amigos. Es decir, para mí era normal.

Sin embargo, cuando crecí me di cuenta que tenía un tesoro invaluable. Por eso, cada vez que mi papá organizaba una parranda, yo estaba pendiente de cómo se vivía y me quedaba detallando cómo interpretaban el acordeón.

Lo que más me sorprendía era la forma en la que vivían la música, el sentimiento que transmitían al tocar una canción. Todo eso era un medio de comunicación que usaban para expresar sus sentimientos. Ahora me doy cuenta de que realmente eso es lo más difícil, aunque ellos lo hacían de forma natural.

 

¿Qué tan importante fue la figura de su tía Cecilia La Polla Monsalvo?

Vengo de una familia ligada a la cultura y al folclor precisamente por mi tía, quien fue partícipe y creadora del Festival de la Leyenda Vallenata al lado de Consuelo Araujo. Mi abuelo vivía justo al lado de la casa de Consuelo, entonces prácticamente mi familia se crió junto con ellos y se acompañaron en esa aventura de crear juntos el primer Festival Vallenato.

Tuve la fortuna de estar ligado al folclor y a la música vallenata, porque no solo vivía las parrandas que organizaba mi papá, sino también las de mi tía. Ella estuvo vinculada al Festival hasta su muerte el año pasado, tanto en la presidencia como después en la junta directiva.

 

Desde que empezó a participar en el Festival de la Leyenda Vallenata siempre se quedaba a las puertas del título, ocupando repetidamente el segundo y tercer lugar. ¿Cuál fue la clave para no rendirse y seguir buscando la corona?

Inicié en el Festival con toda la emoción. Ese primer año fue el experimento, aunque estuve entre los 25 mejores acordeoneros. Seguí intentando por varios años porque era una experiencia nueva.

En el 2010, tras cuatro días de competencia con 90 personas, por fin llegué a la final con los cinco concursantes y, pese a que no llegué al podio, vi más cerca mi sueño de ganar. En 2014 estaba ilusionado, pero no clasifiqué a la final. Ese fue el año más difícil porque no podía pelear por el título. Ahí entró mi familia y su apoyo fue fundamental.

En 2015 ocupé nuevamente el segundo lugar. Me frustré un poco pero entendí que a veces se pierde y otras se gana. En 2017 no pude participar porque era la edición ‘Rey de reyes’, por lo que aproveché para prepararme. En 2018 obtuve el tercer lugar y hasta que por fin, en 2019, se dio el primer lugar tras nueve años concursando. La persistencia es necesaria cuando uno quiere alcanzar un sueño y se le hace esquivo.

 

 ¿Cómo recuerda ese momento en el que ya se vio como Rey vallenato?

Cuando me eligieron Rey Vallenato la alegría fue muy grande. El concurso duró toda la noche y recibí esa noticia a las 2:00 a.m. Después me quedé haciendo prensa y entrevistas.

Llegué a dormir a mi casa a las 5:00 a.m. y en la noche me tenían un agasajo por el título. No solo me lo gané yo, mi familia fue fundamental porque sé que ellos sufrían mucho cuando me llevaba la derrota. Ahí me di cuenta del gran logro que había obtenido, algo que muchos quieren pero que no lo logran.

 

¿Cómo es la preparación para presentarse al Festival de la Leyenda Vallenata?

Yo lo puedo resumir de la siguiente manera: la primera vez que me presenté en 2009, me preparé por un mes. Pero, a medida que fue creciendo el sueño de ser Rey Vallenato y al ver cómo se escapaba año tras año, empecé a pensar cómo tenía que mejorar y en qué había fallado.

Lo mío fue una preparación constante desde 2009 hasta 2019. El reto fue pasar de ser aficionado a tomar de manera profesional.

 

Para los que no están familiarizados con el tema. ¿Qué es una parranda vallenata tradicional?

Está compuesta por tres ingredientes principales: amigos, música y buena comida. No solamente se disfruta y se vive de la música, cualquier amigo cuenta anécdotas o cuentos chistosos para animar la parranda.

 

¿Cómo ve las nuevas generaciones del vallenato?

La verdad es que tanto a los reyes como a las reinas infantiles y juveniles les veo mucho futuro. Tienen un gran talento que pueden potenciar para llegar a ser grandes exponentes del vallenato.

Al Rey Juvenil, que es el más grande de todos, lo veo preparado y en unos años creo que estará coronándose como Rey Profesional. Tiene mucho futuro, especialmente porque interpreta el vallenato tradicional como lo explican los cánones.

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